jueves, 13 de octubre de 2011

El árbol de la vida: ver y oír

Las cosas más fundamentales son las que más rápido se olvidan. No suelen ser afirmaciones espectaculares, sino más bien conceptos obvios y, como tales, se prestan a ser pasados por alto una vez entendidos y asimilados. Ahora Terrence Malick nos recuerda qué es el cine de la manera más contundente: el cine es sentir a través de ver y oír. La obra de Malick lleva ese concepto a su esencia más pura con total maestría, consiguiendo sus objetivos plenamente.

La película, que para muchos carece de argumento, está claramente hilada: trata de la búsqueda interior de un hombre que intenta dar un sentido a la temprana muerte de su hermano, buscando entre sus recuerdos de infancia alguna clave que le permita explicarse lo que sucedió. Pero la búsqueda va más allá: el protagonista intenta encontrarse a sí mismo entre sus recuerdos, para dar sentido a su propia vida. En ese nexo entre hermanos Malick sitúa la piedra angular de su obra, lo cual no es sorprendente teniendo en cuenta que el propio hermano de Malick murió a temprana edad, dejando en el cineasta una huella imborrable. En esta obra nos encontramos ante la confesión de Malick en la que es su película más autobiográfica.

La dicotomía gracia divina - naturaleza, sobre la que se incide desde el primer momento del film, se expresa metafóricamente en las figuras materna y paterna; bondadosa y generosa la una, autoritario y cruel el otro. Ese desdoblamiento de la personalidad va a marcar la actitud filosófica de Malick, evidenciando una ruptura traumática entre el ser humano desarraigado y el cosmos. En definitiva, dice Malick, somos hijos de la madre gracia y del padre naturaleza, y nuestra desgracia es no saber por quién tomar partido. No nos sorprende ese enfoque filosófico en un autor que se graduó summa cum laude en la facultad de filosofía de Harvard, y que trabajó en una tesis doctoral sobre Martin Heidegger.

Aquí la película completa el círculo respondiendo a la pregunta: ¿Cuál es el nexo entre el trauma existencial anterior y la desgracia familiar expresada a lo largo de la película? La clave se halla en el hermano de Jack. Todas las imágenes cósmicas con las que se nos bombardea, la evolución de la vida y la escena de los dinosaurios pueden explicarse a través de la pregunta del director: "Si todos somos hijos de las estrellas, del mismo fuego y de la misma roca, ¿Cuándo dejamos de ser hermanos?", "¿Cuándo dejé yo de ser hermano de mi propio hermano?". En la pérdida de su hermano Malick siente un desgarramiento de su propio ser, que él siente equivalente al desgarramiento del hombre que se pierde entre lo divino y lo natural. En la búsqueda de aquello que les separó en la infancia, de sus traumas, de la desigual relación con su padre y su madre, Malick quiere encontrar respuestas aplicables a todo el género humano, y así nos lo transmite. Así, su evolución en la adolescencia, sus vivencias de la muerte, su toma de conciencia de la violencia, su maltrato del hermano y su posterior arrepentimiento son reflejos de una experiencia vital que le arrastra hacia la perdición de la gracia. Esta película es, pues, un requiem a la memoria de su hermano muerto, una ofrenda para él en la esperanza de que así pueda reconciliarse y, como aparece al final de la película, estar en paz con sus recuerdos.

Para centrarnos en el apartado técnico, la banda sonora - absolutamente magistral - nos ofrece en muchos momentos más información sobre la película que los propios diálogos (sentir a través de oír), transmitiendo las sensaciones del autor acerca de las imágenes plasmadas. No olvidemos que escuchamos dos requiems a lo largo de la película, así como obras clásicas de Smetana, Bach, Mozart y Couperin, cuyas Barricades Misterieuses merecen mención aparte por servir de metáfora del crecimiento en la vida, que es de nuevo una misteriosa barricada en la que hay que resistir. Destacan también las impresionantes imágenes del universo con la obra de Preisner, "Requiem for my friend".

Sobre los efectos visuales simplemente decir que son impecables, así como la fotografía y la luz, atrevidas e innovadoras. He de decir que no comparto la opinión de quienes dicen que la película no debería llamarse tal debido al continuo uso de escenas inconexas. Para mí es un recurso del que el autor se sirve para expresar la búsqueda de recuerdos, totalmente difusos al principio, y que van progresivamente adquiriendo una mayor continuidad, si bien son siempre seleccionados, como precisamente hace la memoria al recordar. Así, me parece totalmente fuera de lugar pensar que Malick utiliza la steady cam para hacer travellings continuos como experimento intrascendente o por esnobismo estético. Nada más lejos, cada plano en esta película está exhaustivamente pensado, y tal es así que muchos de ellos se descartaron en el proceso de creación.

Una película, en definitiva, tan exigente como profunda. Gracias, Terrence Malick, por mostrarnos que el cine no está muerto, y que las grandes ideas no necesitan 3D.


video de movieclipsTRAILERS

lunes, 29 de agosto de 2011

Reflexión sobre la crisis económica, política y social

Amigos, tengo que hacerlo. Tengo que escribir esto. Puede que sea demasiado precipitado, pero el tiempo apremia y en estos momentos me siento como invadido por un impulso irrefrenable que quizá quiera decir que en definitiva estoy preparado para exponer lo que tengo que compartir. No espero tener mucha difusión, otros mucho mejores que yo han publicado antes ideas más claras que las mías, sin éxito. Silenciados por el murmullo constante y desalentador de la sobreinformación, la persuasión y los gritos de la mentira directa y descarada, sus voces llegan débiles a destinatarios duros de oído. Pero siento que tengo la obligación de exponer las reflexiones a las que, solo o con ayuda de otros, he llegado en los últimos meses acerca de la situación político-económica, la crisis y el modelo social actual. 

I

No existe la democracia en España. Estamos encadenados a un sistema electoral basado en una ley injusta, que discrimina gravemente a los partidos minoritarios (ley D'Hondt) y que  permite sobre- e infrarrepresentaciones según la circunscripción en la que se vote. Esta ley electoral no se ha querido modificar, a pesar de informes poco favorables al respecto elaborados por diversos comités, como el consejo de estado. Hace poco el Presidente del Gobierno, José Luis Rodriguez Zapatero, expresaba en una entrevista hecha por miembros de Youtube su comprensión para con los españoles que defendían la necesidad de tal reforma, pero se escudaba en consideraciones de falta de consenso y otras dificultades para llevarla a cabo, como la necesidad de reformar la Constitución. Hace unos días, casi de puntillas, ese mismo presidente elaboró junto con el líder de la oposición una "propuesta relámpago" de ley que implicaba la reforma de la Carta Magna para imponer un techo de gasto del déficit en España, siguiendo como siempre las directrices de los grandes líderes europeos, que a su vez no son sino asalariados y emisarios de entidades no democráticas como el BCE, el FMI y los grandes poderes financieros europeos. Estos organismos son los mismos que han presionado y siguen presionando para que a Grecia no se le libere de ese garrote vil asfixiante al que ellos, con repugnante cinismo, se atreven a llamar rescate financiero.

¿Nos suena de algo todo esto? ¿Quién se acuerda de la clase de historia en 2º de Bachiller? Es innegable que, como en el siglo XIX,  estamos bajo el yugo de una dictadura de dos partidos los cuales, turnándose cada cierto tiempo, imponen sin temor a crítica o censura las leyes que mejor les parece, convencidos de que en los asuntos importantes, que son los económicos, están totalmente de acuerdo. Se ha erradicado el pucherazo al menos, dicen... ¡Y hasta en eso fallan! Por citar sólo algunos: listas cerradas con las que nos "cuelan" sus candidatos menos populares, nula posibilidad de referéndum - recordad que en Suiza ya llevan más de 300 en su historia democrática, nosotros hemos realizado 3, encima consultivos - disciplina de voto para los diputados, aunque tal cosa sea radicalmente anticonstitucional; no existe la democracia interna en los partidos, la corrupción campa a sus anchas... Yo me pregunto, amigos, ¿no sería más democrática la España del siglo XIX? ¿Qué diría nuestro Joaquín Costa, si levantara la cabeza? 

II 
Hemos avanzado mucho desde los tiempos en los que un noble podía partirle la crisma a un vasallo si lo creía necesario. Pero ahora corremos el riesgo de dar un paso atrás. La situación tras la segunda guerra mundial era de desplome de la economía en toda Europa. Los bancos y grandes empresas, mudos como el resto, no tenían capacidad de reacción. Fue entonces cuando se difundió, gracias entre otros a los miembros de la resistencia francesa, muchos de ellos comunistas, la necesidad de crear una seguridad social que diera cobertura y servicios  estatales necesarios como educación y sanidad. Este sistema tal y como lo conocemos ahora es genuinamente europeo, se basa en la equidad y la solidaridad y permite una distribución justa del dinero generado por el estado para ayudar a todo el mundo, en particular a las clases más desfavorecidas. Es este sistema el que corre ahora el mayor de los peligros, el sistema que depende de todos nosotros salvar y hacer más fuerte.

Amigos, no hago demagogia cuando digo que podemos lograr un mundo donde todos podamos obtener lo necesario para vivir dignamente y poder realizarnos como personas. No hago demagogia porque lo que pido no es una utopía, sino justicia social y como tal, un derecho innegable, supremo y sagrado. En épocas pasadas no se condenaba la esclavitud, e incluso el asesinato de un hombre podía permitirse, si la diferencia de posición entre el verdugo y la víctima era suficientemente grande. Ahora, habiendo progresado y mejorado, condenamos tales crímenes como execrables y la sociedad los repudia con fervor. Pero sigue habiendo en esta época crímenes que no se condenan, al igual que los anteriores quedaban impunes en la suya. Hoy, esclavos del dinero como en todas las demás épocas, los gobiernos y poderes públicos se rinden como deudores ante los grandes financieros, bancos, fondos de inversión y grandes empresarios. Las altas esferas del poder real que se ejerce sobre esta tierra no están en manos de todos, sino en las de unos pocos, no elegidos por nadie ni representantes de nadie. Ellos buscan su propio lucro, codiciosos hasta el vómito, tan avarientos como inmorales y despiadados con sus congéneres.

El poder eclesiástico, corrupto como en las demás épocas y renegando de las enseñanzas de Cristo, quien predicaba el amor al prójimo, la solidaridad y la fraternidad, el desprecio de las riquezas y la humildad, se alía una vez más con el poder establecido para mantener sujeta a la población, enriquecerse y, así, hacer rentables sus dogmas. Amigos míos, con tristeza os pregunto, ¿qué diría Cristo, si viviera para ver esto? ¿Tanta hipocresía, tanta inmoralidad y afán de lucro cabe en los pechos de estos prelados? Católicos que sois sinceros creyentes, yo me pregunto, ¿cómo podéis permitir semejante insulto a vuestra fe? Pensad, como Cristo se atrevió a pensar, revolucionario en su época, en los desmanes y miserias de aquellos en los que depositáis lo más sagrado que tiene el hombre, su espiritualidad. Sólo os pido, por favor, que os atreváis a pensar.

Tras una época de bonanza, los poderes económicos han aunado fuerzas, corrompido a la democracia y establecido su dominio sobre los partidos políticos, demasiado poco humanos como para evitar la tentación. Ahora ven una ocasión propicia para desatar su frenesí devorador y, sin esconder sus intenciones, radicales como nunca, manejan sus títeres para bombardearnos una y otra vez con el discurso único del ultraliberalismo. "¡El dinero es sagrado!" dicen, "¡Puede legislarse todo menos el mercado!" rugen voraces. "¡El estado tiene sus leyes, y el mercado las suyas propias!", claman contra viento y marea. Ellos piden libertad, sí, pero libertad para esclavizar a quienes puedan. Libertad para enriquecerse cada vez más, de la peor manera, sin ningún control que regule la compraventa de ninguna clase. Eso, amigos míos, no es libertad. O al menos, es una libertad similar a la libertad de esclavizar que proclamaría un patricio, a la libertad de asesinar que ensalzaría un inquisidor en nombre de la fe, a la libertad de conquistar que un señor feudal impondría a los vasallos incapaces de defenderse. ¿Es eso libertad? ¡Eso no es libertad, sino todo lo contrario, amigos, es abuso impune y vil! ¡Es la inmoralidad hecha institución, la opresión final del poder, de los poseedores frente a los desposeídos! Si creéis, amigos, que es libertad decidir negar el pan a un hambriento, negar el trabajo al campesino, negar el estudio a un niño, negar la salud al enfermo, entonces violáis el sagrado sentido de esa vilipendiada palabra, y la hacéis hueca y carente de sentido. La libertad no es tal si no va acompañada de solidaridad y justicia. ¿Acaso muestran algo de ello los grandes tiburones de la economía? ¡A despedir a 500 empleados lo llaman ser solvente, a embarcarse en inversiones ridículas cuyos fracasos luego pagarán sus empleados con su despido lo llaman ser emprendedor! ¿Acaso no es clara e inequívoca la tergiversación de los argumentos, el cinismo con que emplean tales términos? 

Y si tan claras son mis pruebas, yo me pregunto desalentado ¿por qué? amigos ¿por qué no reaccionamos?

III

Sé que mi reflexión es triste, pero quizás este apartado sea el más triste de todos. En él vengo a exponer las causas de la apatía de la sociedad frente a los inequívocos abusos de los mercados y sus secuaces políticos. Estas causas están, por un lado, relacionadas con nuestra historia reciente. Por otro, son el resultado calculado del tipo de sociedad de consumo en la que vivimos. Empezaré por éstas últimas.

Nosotros, la clase media, no somos sino proletarios disfrazados de propietarios. Preguntaos quiénes de vuestros abuelos trabajaban en las fábricas o el campo, y sabréis entonces cuál hubiera sido vuestro destino, sabréis a qué clase pertenecéis en realidad. Porque de un tiempo a esta parte nos hemos convertido en cómplices del macabro juego de los poderes económicos. Tenemos una o dos casas, uno o dos coches, ipod, ipad, móvil, una televisión, varios ordenadores, vacaciones, unos estudios universitarios, y cosas muchísimo más superfluas que nos hacen perder la conciencia de clase que deberíamos tener. Claro que podríamos combatir el sistema capitalista, pero la pregunta clave es, ¿a dónde nos llevaría? porque si todos retiráramos el dinero de los bancos al mismo tiempo, el sistema sucumbiría, pero con él desaparecerían todas las comodidades que hemos ido aceptando, algunos desde que nacimos, y que ahora nos hacen esclavos del sistema.

Por otro lado no podemos ser autosuficientes, o ello resulta en extremo difícil, ya que no controlamos los medios de producción. No ya por la especialización del trabajo, que es casi insuperable, sino por el simple hecho de que la mayoría de la población trabaja en sectores totalmente alejados de la producción de bienes de consumo. El sector terciario es dominante, y todos esos servicios poco o nada tienen que ver con la creación de productos de consumo, los cuales son en último término, la fuente primaria de la riqueza de un país.

Hablando de países quisiera referirme al nuestro, España, donde hemos arrastrado una losa histórica difícil de superar, y es la época fascista, que duró 40 años. Durante esa época, marcada en su mayor parte por una actitud liberal y de apoyo al sector privado, no se enseñó jamás a la población los fundamentos de una democracia sana, al contrario de lo que ocurre en países  como Francia, orgullosa de su libertad y férrea defensora de su democracia. Esa falta de educación democrática que sufrieron nuestros padres la estamos pagando nosotros, los hijos huérfanos de la democracia, a quienes se les bombardea desde la derecha con mensajes como que cualquier intromisión del estado en educación ha de ser necesariamente de carácter partidista y aprovechado. Resulta ridículo viniendo de quienes defienden una asignatura de religión que no sólo responde a los intereses de un sector muy concreto de la población, sino que además choca con el concepto de aconfesionalidad del Estado que dicta la Constitución. 

Y ahora que la cito, hablemos de nuestra Carta Magna. Elaborada durante nuestra INmodélica transición prácticamente con las manos atadas por la dictadura, es un ejemplo de concesiones y negociaciones entre quienes querían cambiar un poco y quienes no querían cambiar nada. ¡Es tan ridículo el papel de nuestra Constitución, unas veces blindada y otras veces zarandeada descuidadamente por nuestros políticos! Este último golpe viene a convertirla en papel mojado, pero la ausencia de sorpresa social revela en parte que tampoco debíamos esperarnos mucho de ella, al parecer... Clama al cielo que nosotros, quienes no la hemos ratificado, tampoco tengamos derecho a votar en referéndum sobre sus modificaciones, cuando encima vienen impuestas de fuera de nuestro país. La situación, en definitiva es bien triste.

Conclusión

El momento de alzarse aún no nos ha llegado, amigos, pero confío en que venga antes de que sea demasiado tarde. La necesidad y  las miserias que se contemplan ya en el horizonte han de azuzar el espíritu dormido y perezoso de ese poderoso toro que es el pueblo español, noble y bravo, valiente y capaz de los mayores actos de sacrificio en momentos de amenaza. Os pido sólo que penséis por un momento hacia dónde vais a dirigir vuestros pasos. La democracia, herida de gravedad, va a ser enterrada por la codicia y el orgullo, los peores de entre todos los pecados. Hay que actuar y enfrentarse a quienes quieren nuestro sufrimiento para enriquecerse a nuestra costa.

Amigos, no os dejéis engañar por lo que se os muestra a diario en los medios de persuasión, ni creáis que algo es cierto por haberlo oído repetir veintenas de veces. Sólo confío en que reflexionéis sobre lo que ocurre, examinéis a fondo los hechos y toméis una decisión. Ojalá este escrito sirva para impulsaros a ello.


sábado, 27 de agosto de 2011

Música Clásica y Música Electrónica: una reflexión

Muchos de mis amigos se han preguntado alguna vez cómo puedo compaginar el hecho de que me guste la música clásica y al mismo tiempo la electrónica. Hay que decir, antes de meterme en reflexiones de más calado, que no es el mejor momento para hablar con total objetividad de ésta última, debido al incipiente dolor de cabeza que he sufrido a lo largo del día (es broma). Habitualmente la gente suele contraponer ambos tipos de música como antitéticos: la música clásica sería la expresión más sofisticada y abstracta de la creación musical, mientras que la electrónica queda relegada a un producto de escaso - cuando no nulo - valor cultural destinada al consumo por parte de descerebrados, canis y fiesteros.

Es complicado librarse de los prejuicios, y la verdad es que los especiales de "callejeros fiesteros" o los programas del tipo "21 días de fiesta" no contribuyen a alejarnos la imagen de un montón de gente metida y alcoholizada bailando como monos al ritmo de música electrónica. Es igualmente cierta la asociación, tácita o explícita, entre un ambiente más "intelectual" y la música clásica - digo lo de intelectual entre comillas porque también observo a las personas que van a los conciertos... Al margen de todo esto yo creo que, si bien no toda la música electrónica que se escucha es buena, sí que hay un cierto paralelismo entre este tipo de música y la música clásica.

Es claro que hay muchos tipos de música electrónica, y en éste artículo me referiré sólo a la que he escuchado con más frecuencia y considero más cercana a mi tesis. Sin ánimo de menospreciar, considero una basura la música electrónica destinada al consumo de masas como podría ser el dance que se pincha hasta el vómito en las discotecas, pero esta opinión es análoga a la de muchos otros melómanos que ven cómo cada estilo de música que les gusta se ve corrompido por las sacrosantas y despreciables "leyes" del mercado musical y el consumo de masas. Tampoco quiero referirme a la música electrónica que se ha venido radicalizando en la anterior década con experimentos cada vez más patológicos. Me refiero por ejemplo al Speedcore o al Gabber, que sin tanta complicación tecnológica podrían ser emulados por el motor de una avioneta de la primera guerra mundial petardeando.

Para no andarme por las ramas, la música a la que voy a referirme sería un Progressive, Techno o Trance del estilo de las pequeñas discotecas de finales de los noventa, con producción propia de los Dj's (no vale copiar y pegar canciones una tras otra). Un tipo de música de velocidad media, con moderado uso de los bajos y preferiblemente sin "acompañamiento" vocal - ya sabéis, esas desesperantes intervenciones a tono pitufo. Lo primero que me llama la atención es el hecho de que sea el propio Dj quien compone este tipo de temas. Lo hace para lucirse en la sesión donde pincha, pero en general se mantiene en su cubil sin ser visto por la gente de la discoteca. Esta última peculiaridad ha ido cambiando estos años, con el horroroso culto a la personalidad que han desarrollado Dj's como Tiesto o Scooter, y que ya mostraba hace tiempo el bueno de Gigi D'Agostino. Me hace algo de gracia comparar la imagen de un Dj componiendo sus temas en casa con la de un compositor de música clásica haciendo lo mismo. Ambos tienen que llenar varias líneas que podríamos llamar melódicas. Ambos elaboran un motivo principal, transformándolo y repitiéndolo - el Dj hace esto último hasta la saciedad, bien es verdad. Tanto uno como otro dan un importante peso a la armonía y al ritmo aunque lo hagan de maneras diferentes: el compositor establece la velocidad cambiante e interpone los silencios; el Dj impone los bajos y la base rítmica, aumentando y disminuyendo la velocidad y la intensidad en función del efecto deseado. A fin de cuentas, es evidente que ambos están manipulando música de una cierta complejidad - no niego que sea mayor la de la música clásica.

Para finalizar, creo que sería injusto negar a los Dj's que se toman en serio su afición o trabajo una espiritualidad musical de la que todos los verdaderos creadores de música participan, en mayor o menor medida. Al contrario de lo que se pueda pensar, los aficionados al Techno sienten un gran interés por la música en sí misma, por la esencia musical. Algo de eso hay, cuando los temas que se escuchan normalmente están compuestos por sonidos que podría decirse están "deconstruidos" y ensamblados entre sí, con esa artificialidad que caracteriza a esta música y que es la fuente de muchas de sus críticas.

Hace un tiempo solía escuchar música techno e incluso llegué a poner algo de hardcore - debía de estar realmente motivado para hacerlo. Ahora mismo parece que la música clásica se ha impuesto definitivamente, visto el pobre panorama actual y debido al cansancio que termina creando indefectiblemente este tipo de música, por ser excesivamente repetitiva y muy restringida en cuanto a sus posibilidades. No en vano la música clásica lleva siglos superándose a sí misma continuamente y sorprendiendo al público. A lo mejor es que me hago mayor para ciertas cosas porque, por dar un ejemplo, yo antes me leía todos los tochos de la dragonlance y ahora no puedo con dos seguidos... No pretendo inaugurar una escuela de crítica musical, y confío en que no aparezcan blogueros que digan cosas como que "los Beatles son como un cuarteto de cuerda con acompañamiento vocálico" o que "Elton John es el compositor de Lieder de nuestros días". Al fin y al cabo todo esto se queda en lo que el título dice, una reflexión.