jueves, 9 de septiembre de 2010

La máquina más bella

¿Dónde están las matemáticas? Parece fácil responder a esta pregunta diciendo: "en el papel" o, más precisamente, "en las mentes de todos aquellos que se dedican a las matemáticas". Otros, menos materialistas, podrían defender la existencia de un mundo más allá del nuestro en el que las matemáticas son objetos tan "reales" como aquí pueda serlo un árbol o una roca. Pero al fin y al cabo tan sólo hablamos de niveles de realidad a partir de la capacidad cognitiva de la mente humana; es decir, tomemos un punto de vista u otro, lo que no podemos evitar es medir finalmente las cosas que nos rodean con el rasero de nuestro intelecto. Algunas personas defienden la tesis de que la realidad que nos rodea es la única que existe, y que no hay "más planos" de existencia. Otros justifican ciertos aspectos más "espirituales" de lo cotidiano diciendo que su esencia es supramaterial, o si se quiere, "que todavía no hemos salido de la cueva". Esa dicotomía idealista/materialista es la que ha marcado el panorama filosófico de la cultura occidental desde hace casi 2.500 años. 

¿Radica el problema en nosotros? Hay muchas maneras de plantearse esa pregunta, pero sea cual sea la corriente filosófica de la que partamos, todas vienen a coincidir esencialmente en que SÍ, el problema lo tenemos nosotros -- por otra parte es lógico que en la duda sobre si las piedras están equivocadas al ser como son o si somos nosotros quienes nos equivocamos al verlas como las vemos, gane siempre el "oiga, las piedras no tienen culpa de nada". Las piedras no se molestan en plantearse su existencia; simplemente caen, ruedan, se chocan y se fracturan. Nuestra problemática radica en que somos una construcción muy sofisticada de la naturaleza, pero aún así no podemos escapar a nuestra programación. Podría parecer chocante hablar del ser humano como de una máquina programada, ya que alguien podría pensar que semejante determinismo materialista nos hace perder cualquier ventaja sobre las demás criaturas de la creación -- O a lo mejor se trata de una pura cuestión de esteticismo filosófico, quién sabe. Al decir que estamos programados, me refiero a que la naturaleza ha creado con nosotros el programa biológico-adaptativo neuronal más complejo, intrigante y sofisticado de todo el planeta tierra, y hasta del universo (por lo que sabemos hoy en día). Si se habla de programación, la gente tiende a pensar en robots autómatas contemporáneos; sofisticados, sí, pero poco atractivos puesto que somos, de hecho, muy superiores a ellos en gran cantidad de aspectos cruciales. Me gustaría que dejáramos de pensar de esa forma, puesto que cuando hablo del cerebro humano, estoy refiriéndome a algo mucho más allá de lo que la ciencia actual puede siquiera plantearse. Hablo de algoritmos que pueden corregirse a sí mismos, aprender, eliminar datos automáticamente, crear emoción, suscitar ira, convencerse de algo, elegir y desechar... Y creo firmemente que cuando alguien habla de un influjo divino inculcado en nuestras mentes por un ser supremo de cuya especie elegida formamos parte, ese alguien no habla sino desde una metáfora nacida de la ignorancia, queriendo embellecer un proceso evolutivo completamente natural, de cuyo desarrollo todavía sabemos muy poco o nada.

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